Desde el 11 de Febrero de 2016 se celebra el “Día Internacional de la Mujer y la Niña en la Ciencia” proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas con el objetivo de promover la participación y el acceso equitativo de mujeres y niñas a la ciencia.
Desde Científicxs Feministas queremos conmemorar este día visibilizando la participación de mujeres y disidencias en la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM, por sus siglas en inglés). Para ello les compartimos algunas historias para seguir poniendo el foco en reflejar el trabajo cotidiano de muchas mujeres cis, mujeres trans, personas no binaries y otras identidades.
Desde pequeñes nos vemos enfrentades a estereotipos de género que condicionan nuestro desarrollo y nuestras elecciones. En particular, hay estudios (hechos de forma binaria) que muestran que las niñas entre los 5 y 7 años empiezan a percibir que son menos “inteligentes” que los niños. ¿Cómo afecta esta autopercepción en nuestras elecciones de vida? Es urgente combatir activamente esos estereotipos y generar espacios cómodos para todes, desde la infancia, para poder elegir los recorridos personales con mayor libertad y deseo.
Además, este año queremos aprovechar para deconstruir la idea de que la ciencia es un lugar de gente brillante y destacada, donde todo es prístino y maravilloso. Por eso hoy le pedimos a distintes colegas de varias disciplinas que nos cuenten algo que les haya costado o salido mal, visibilizando que también nos podemos equivocar o tener miedo y que muchas veces las cosas no salen como esperamos. Les científiques somos personas, con aciertos, errores y miedos y nuestra sociedad se beneficia si participamos todes en los espacios de construcción de conocimiento, desde el lugar que elijamos.
En 2014 una amigacolega me invita a colaborar para implementar una prueba piloto para la validación argentina de una evaluación Computarizada administrada con ipads.
Hicimos la capacitación y administramos a algunes participantes. Luego de varios días se quiso sacar unos preliminares.
Las respuestas no se habían subido a la nube.
Fue devastador. Había algunos inconvenientes con los técnicos informáticos que no estaban en el país. ¡Se multiplicó el trabajo pero se hizo!
Mi solicitud de promoción a la categoría adjunta en la carrera del investigador del CONICET fue denegada sin explicación. Los documentos de la evaluación fueron redactados después de la presentación formal de mi nuevo DNI y, además, el CONICET publicó una nota sobre mi transición de género en su página web oficial antes de la conclusión del trámite de solicitud. Sin embargo, en todos los documentos relacionados a la solicitud de promoción figuro con mi nombre anterior y en género masculino! Las promociones en CONICET pasan por tres instancias distintas (Comisión, Junta y Directorio), pero en ningún momento se consideró relevante usar mi nombre actual y género femenino. Fue doloroso darme cuenta que, aun después de sobrevivir a un proceso quirúrgico completo de transición de género y cambiar mi DNI, mi derecho humano a la identidad sigue siendo sistemáticamente violado dentro del mismo Estado Nacional, que debería garantizarlo. La transfobia estructural reflejada en la denegatoria de mi solicitud de promoción es nefasta, limita mi desarrollo profesional y perpetua la exclusión de la población travesti-trans del sistema científico. No hubo solución.
Sabemos que en la carrera académica (ya sea cuando somos estudiantes o profesionales) siempre estamos aplicando a alguna beca. Lo que no sabemos bien es qué hacer cuando no nos salen. Yo apliqué a muchas becas desde que era estudiante y perdí varias. Y aunque, por supuesto, cada vez que perdí una beca, lloré, también aprendí algo importante: que ninguna aceptación o rechazo mide tu valor ni como estudiante ni como profesional ni como persona. Podés sentir todo eso, pero no es cierto. Existen muchos factores contextuales que se cruzan al momento de decidir quién se lleva una beca o no, y muchas veces lo olvidamos y pensamos que es porque fallamos o no servimos para la investigación. Mi consejo es que siempre es importante tener un plan B y luego volver a aplicar. Toda carrera académica y científica está plagada de rechazos, pero eso no define ni quién sos ni quién podés ser.
La primera vez que me presenté para una beca tuve que armar la postulación en muy poco tiempo porque no me había dado cuenta que se me venía la fecha encima.
Nunca me había encontrado con escritos relacionados a la investigación. Había leído tesis, pero jamás un proyecto, anteproyecto o plan de trabajo.
Sumado al poco tiempo, el instructivo del CIN no era para nada facilitador. Me puse muy nerviosa y me angustié frente a esto que me resultaba tan desconocido. El director del proyecto estaba de viaje y lo volví loco mandándole mails, hasta llamé llorando a mi mamá dos días antes del cierre.
En el fondo no era tan complicado lo que había que escribir, yo contaba con los conceptos teóricos para armarlo, pero me faltaban las herramientas prácticas, sobre todo para comprender qué era lo que me estaban pidiendo, qué esperaban de mí en este rol que me resultaba desconocido.
Siendo estudiante de grado no hubo un solo año en que no pensara seriamente en abandonar la carrera. Hoy lo recuerdo con un poco de risa, pero en realidad fueron momentos de bastante angustia.
No se trataba de los contenidos o de los temas. No le tenía tampoco un temor especial a los parciales o finales. Mi deseo de abandonar se volvía urgente cuando caía en la trampa de compararme con lxs demás. Me sobrepasaba la sensación de no pertenecer; de no estar a la altura; de no contar con los recursos con los que otrxs llegaban a la carrera. Pensaba que nunca iba a poder recibirme, completar un doctorado, ser profesora en mi materia favorita.
Por suerte no dejé (en parte porque soy tozuda, en su mayoría por el apoyo de gente que me quiere) y en mi caso fue una buena decisión. Aprendí a rodearme de compañerxs y colegas con quienes disfruto trabajar y con quienes creemos que no se trata de competir, sino de crear redes colaborativas. Eso cambió absolutamente todo y mi único arrepentimiento hoy es no haberme dado cuenta antes de que ese era el camino a seguir.
Mi primer día del Ciclo Básico Común fue también el primero en el que pisé la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales. No entendía nada: ni lo que escuchaba en la clase, ni lo que pasaba en los pasillos, ni por qué vendían tantos apuntes de “resueltos”. ¿Qué era eso de poder pispear cómo se hacían los ejercicios? Todo me era ajeno. Tan ajeno que al final del día, viendo hordas de gente subir y bajar las escaleras del Pabellón II, solo atiné a llamar a mi mamá por teléfono mientras lloraba: “ma, no voy a poder hacer esto, todo es demasiado, y demasiado nuevo”.
Así empezó un camino que duró trece años: uno y medio de CBC (porque claro, recursé análisis matemático), seis y medio de licenciatura, y cinco de doctorado. Tuve que hacer dos veces algunas materias para poder entenderlas, cursar en verano para recuperar un poco el ritmo, pero muy de a poco me acomodé y aprendí lo más importante: nunca, pero nunca, hay que tener miedo a preguntar.
Ni bien terminé el secundario, empecé el CBC en la UBA para Física y me fue bastante mal. Me costó adaptarme al nuevo ritmo, reprobé varios parciales y empecé a pensar que no era lo suficientemente buena para eso que tanto me gustaba. Un poco escapando y un poco para saciar una inquietud, me fui a estudiar Astronomía a la UNLP. Me fue un poco mejor (vi de vuelta muchos de los contenidos que había visto en el CBC) pero como soy testaruda, terminé volviendo a Física en la UBA dos años más tarde. Allí no todo fue color de rosas: desaprobé parciales, tuve que recursar varias materias, me bocharon en algún final, rompí y tuve que reponer material de laboratorio… pero no hubo contratiempo que fuera más fuerte que mi interés por la Física y finalmente entré en ritmo y me recibí “a tiempo”. Ahora que ya soy Doctora, estoy convencida que eso de ser “suficientemente buena” era una pavada. Lo único que hace falta para hacer ciencia son las ganas.
Recién iniciaba la maestría (4 meses llevaba) y debía escribir una ponencia para un evento académico. Fue un desafío porque estaba muy insegura de cómo encarar el problema, así que acordé una reunión con mi tutora. Le comenté mi bloqueo para desarrollar el trabajo y su respuesta fue "si no podés escribir una ponencia de 9 páginas, decime cómo vas a escribir tu tesis de maestría de 200". Fue un bajón horrible. Al parecer la tutora había tenido un mal día y reaccionó así conmigo. Pero en ese momento, me angustié mucho y pensé cosas como "no sirvo para esto", "ella tiene razón, me queda grande escribir 9 tristes páginas", "soy un desastre", "¿Por qué me metí a hacer una maestría?". Sin embargo, le conté a una compañera de clases lo que me habían dicho y lo mal que me sentía. Ella me levantó el ánimo, me dijo que eran cosas que se decían pero que creyera en mí, que por algo me habían dado una beca y juntas organizamos las ideas de la ponencia y ella me ayudó sobre cómo encarar mi bloqueo escritural de la ponencia. Eso me ayudó a entender el proceso, a saber que son momentos, pero que se puede avanzar a pesar de la adversidad con trabajo. Tan es así que ahora hago un doctorado. No se necesita ser genia, sino que se trata de disciplina, organización y de ser posible, trabajo colaborativo.
Es esta oportunidad me gustaría compartirles algunas experiencias que tuve durante mi tesis de doctorado. Yo hice una tesis experimental y como muchas veces sucede: los experimentos no salen! En varias oportunidades me he sentido muy desanimada, cuestionándome si este era el rumbo que quería que siguiese mi carrera profesional. Sin embargo, uno va aprendiendo muchísimas cosas en el camino. Y finalmente, luego de mucho estudio, dedicación y perseverancia, los experimentos fueron saliendo. Tuve la suerte de estar rodeada de compañeros y compañeras que me ayudaron en numerosas oportunidades: técnicos que realizaron una pieza a medida a último momento, colegas que me prestaron equipos para hacer alguna medición, o se quedaron pensando en mi problema y me ayudaron a encontrar una solución. Además tuve la suerte de haber tenido un director que siempre me alentó y me hizo notar todo lo que se aprende de aquellas cosas que no salen como uno quisiera. Aprender a “encontrarle la vuelta”. Sin duda se van a presentar momentos difíciles y de frustración en nuestras carreras. Pero recuerden que cada pequeño “fracaso” es una oportunidad para repensar un problema, un experimento, proponer nuevas ideas. Y esos desafíos constantes son motivadores y nos estimulan a seguir superándonos.
Recuerdo que para mi tesis doctoral, estando yo en España, la propuesta era investigar sobre cómo las niñas y los niños construyen la idea de muerte y cómo se relaciona con lo que sus familias consideran del tema…
La muerte….tema tabú en nuestra sociedad, porque “de eso no se habla”. Fue muy difícil poder escuchar a los niños y las niñas, más aún cuando quienes habilitaban la palabra fueron los y las primeras en ofrecer su negativa. Atravesar los agravios y los prejuicios no fue fácil, pero sabiendo que trabajar en territorio y con distintos actores sociales es diferente. ¡Eso que sucedía también era conocimiento… y formaba parte de mi investigación!
Finalmente y después de mucho andar por esas calles andaluzas, recorriendo diferentes colegios, logré escuchar los que las niñas…los niños tenían para decir sobre la muerte…
En Febrero de 2020 me doctoré y el plan era empezar el postdoc en Abril, en un grupo español al que siempre admiré. El proyecto quedó pospuesto por un año pero, en ese momento, no poder viajar para comenzar mi nuevo trabajo, en el contexto tan caótico y difícil que se disparó en Marzo, era sin dudas un mal menor pero no se me hizo fácil manejar las expectativas y la ansiedad. Como tantas otras veces, compartir las preocupaciones y las inseguridades que me generaba la situación con el entorno me ayudó a no caer en la frustración. Desde la amiga que me convenció a no dejar Análisis I, celebro las redes de contención que nos potencian a nuestra mejor versión e imprimen el costado más humano en esta carrera que tantas veces parece solitaria.
Hace unos 6 años, mientras realizaba una estancia en Chile por un trabajo de investigación comparado, el Profesor a cargo nos entregó a mi compañero (varón) y a mí un sobre a cada une, con el dinero correspondiente para cubrir los gastos del viaje. Cuando -una vez en el hotel- lo contamos, él había recibido más que yo. Íbamos a quedarnos el mismo tiempo y en las mismas condiciones, no tenía sentido esa diferencia (¿él come más?). En el momento nos sorprendimos mucho, pero rápidamente lo dejé pasar: juntamos el dinero y lo dividimos equitativamente. Recién pude reflexionar sobre el peso que esa acción había tenido en mi carrera varios años después. Este reconocido y prestigioso investigador fue denunciado en 2019 por abusar de muchas tesistas y estudiantes de su Universidad. ¡Basta de violentos a la cabeza de las investigaciones públicas!