¿Cuál es el costo del conocimiento?

Noviembre 2020

Una pequeña revisión sobre el pasado y presente del mundo de las publicaciones científicas

Por Laura Knoll



Cuando aparece un nuevo “descubrimiento” o “desarrollo” científico, la comunidad se entera del mismo no porque lxs investigadorxs salen de sus laboratorios gritando “¡Eureka!”, sino porque sus resultados son publicados en alguna revista científica (y divulgados en conferencias), en los llamados “papers”. Este sistema de publicación científica funciona como una manera de dar a conocer las investigaciones que se realizan en todos los campos de la ciencia, y también como una forma a través de la cual los trabajos científicos son convalidados, reconocidos y avalados por el resto de la comunidad. Inicialmente, la idea de publicar los resultados en una revista surgió para evitar disputas y reclamos de prioridad entre científicxs que hubieran llegado al mismo resultado de manera simultánea. Sin embargo, este sistema de publicaciones con el tiempo se fue convirtiendo en una pequeña trampa para quienes trabajan haciendo investigación.

Portada del primer volumen de Phil. Trans., de 1665.

La primera revista dedicada enteramente a publicar artículos científicos (estos papers que mencionamos antes) es la Philosophical Transactions of the Royal Society, creada en 1665. Newton, Faraday y Darwin son algunos de los autores más famosos que publicaron en esta revista. Las primeras revistas científicas funcionaban de maneras diversas, ya sea con un único editor que controlaba y decidía el contenido, o con una especie de consejo que ayudaba en la toma de decisiones. Recién a mediados del siglo XX se estableció el proceso “estándar” que se utiliza hoy en día, basado en lo que se conoce como revisión por pares. El proceso funciona de la siguiente manera: el equipo científico escribe un artículo, donde describe los métodos y resultados de su investigación, haciendo referencia a resultados y conocimientos previos (o sea, citando otros trabajos científicos, este detalle parece irrelevante pero es importante en este sistema). El artículo es enviado a una revista científica, específica del área de la investigación o, si el resultado es relevante a una escala mayor en la cadena científica, hay revistas de cobertura más general que tienen un mayor impacto en la comunidad. Esta primera elección en cuanto a la relevancia y pertinencia a la hora de enviar el artículo a una determinada revista la hacen lxs mismxs científicxs que realizaron el trabajo. Una vez enviado, lx editorx de la revista en cuestión (generalmente unx científicx que dedica parte de su tiempo a hacer este trabajo) decide si, a grandes rasgos, el contenido es adecuado para dicha revista. En caso afirmativo, lo envía a ser revisado por otrxs cientificxs del área con experiencia en el tema. Esto es lo que se conoce como revisión por pares. Lxs revisorxs son básicamente colegas que leen el artículo, evalúan si los resultados son correctos y originales (para esto revisan la bibliografía mencionada y la que no ha sido mencionada) y envían su evaluación a lx editorx justificando si el artículo merece o no ser publicado. El veredicto final lo toma lx editorx. Es necesario mencionar que tanto el trabajo de revisión como el de edición son realizados de manera gratuita (existen excepciones, sobre todo para quienes hacen el trabajo de edición, pero son mínimas) pero es retribuido de alguna manera en forma de prestigio, créditos en concursos, abultando CVs, etc.

Una vez aceptado el artículo, sin embargo, su publicación no es gratuita. Existen dos tipos de revistas:

  • Cerradas, donde publicar no tiene un costo adicional para lxs autorxs, pero cualquier persona que quiera acceder a leer el artículo tiene que pagar la suscripción a la revista o la lectura individual. Al publicar en estas revistas, además, se ceden todos los derechos de autorx a las mismas.

  • Abiertas, donde lxs autorxs, después de haber pasado por el proceso de revisión, deben pagar una suma de dinero para que su artículo sea publicado de forma abierta o libre, es decir, para que cualquier persona pueda acceder a leer el artículo.


¿Y de donde sale la plata para leer y publicar en estas revistas? En la mayoría de los países, son los propios Estados quienes pagan el acceso a las revistas, pagando suscripciones a las editoriales, a través de los presupuestos para ciencia, investigación y educación. De esta manera, se otorga el acceso para quienes trabajan en universidades, institutos y centros de investigación. Es decir, para poder leer un artículo, se debe además tener credenciales asociada a una de estas instituciones con acceso. Por otro lado, el pago de una publicación en una revista de acceso abierto se hace también a través de algún subsidio destinado para tal fin. En cualquiera de sus dos formas, está claro que en este sistema hay un sólo ganador: las editoriales.


El costo de un sólo artículo (para leer) puede ir de USD$10 a USD$30, mientras que publicar un artículo en una revista abierta puede llegar a costar USD$5000. Para tener una idea sobre el pago de suscripciones por parte de los Estados, en 2016 el Reino Unido pagó más de 200 millones de euros por el acceso a las revistas. Argentina, hasta hace unos años, invertía 20 millones de dólares en suscripciones [1].

A pesar de los grandes costos, en las últimas décadas se ha visto un aumento en el número de artículos publicados. Se estima que el número de publicaciones aumenta un 8-9% cada año [2], llegando a más de 2 millones de publicaciones por año en el mundo. En algún momento del siglo pasado las publicaciones científicas se convirtieron, además, en el método por excelencia para evaluar el desempeño profesional de lxs científicxs por las distintas instituciones que lxs contratan. La regla implícita parece decir “mientras más publicaciones tiene unx científicx, mejor” y si es en revistas internacionales de alto impacto, aún mejor. Esto genera la necesidad de publicar resultados constantemente para mantenerse dentro del sistema, entrando en una dinámica que dentro del mundo académico se conoce como Publicar o Perecer (“publish or perish” en inglés) [3]. Esta dinámica tiene un gran impacto dentro del sistema científico. Uno de los más fuertes es el de decisión sobre los temas de investigación. Si para avanzar en la carrera y conseguir trabajo, subsidios y ascensos lo que más se valora es publicar en revistas internacionales (principalmente Europeas o Estadounidenses), entonces es probable que muchxs científicxs se inclinen por seguir los intereses de las revistas (ya sea porque es lo necesario para sobrevivir o porque es lo que “da prestigio”), y son éstas quienes terminan imponiendo la agenda del sistema científico internacional.


¿Pero qué pasa cuando un país o una universidad/institución no puede permitirse pagar la suscripción a estas revistas? Está claro que lxs cientificxs pueden seguir publicando sus resultados en las revistas cerradas, pero al no poder leer los artículos publicados por sus pares no tienen acceso al conocimiento científico y de alguna manera quedan fuera del sistema. Esto conduce a desarrollos más lentos, de menor relevancia y a veces incluso a resultados desactualizados. Claramente esto afecta principalmente a los países más pobres.

Tener acceso al conocimiento es importante en todos los niveles y está claro que parte del trabajo científico implica estar al día con los últimos desarrollos, para lo cual es necesario que la comunidad tenga acceso a los mismos. Sin embargo, no siempre parece razonable y primordial tener que pagar semejantes sumas de dinero a editoriales por parte de países que tienen otras urgencias. Un poco a partir de este dilema surge Sci-Hub, de la mano de su creadora Alexsandra Elbakyan. En 2011 Alexsandra, una estudiante e investigadora de Kazajistán, creó y desarrolló una página web llamada Sci-Hub (cuyo eslogan es “para eliminar todas las barreras en el camino de la ciencia”) que permite descargar artículos pagos a quienes no tienen acceso a los mismos, ya sea dentro o fuera del ámbito académico. Sci-Hub accede a las bases de datos de las distintas editoriales y descarga los artículos de manera “pirata”, usando credenciales de institutos y universidades, creando un repositorio de artículos para después otorgar su acceso de manera libre y gratuita a toda persona que lo requiera. Es por esto que muchxs se refieren a Alexsandra como la “Robin Hood” de la ciencia. Por esto, también, ha sido denunciada, perseguida y hostigada por las grandes editoriales que ven su negocio en jaque: ¿por qué alguien seguiría pagando por leer un artículo, cuando puede hacerlo de manera gratuita? ¿Qué sentido tiene destinar parte de los presupuestos a pagar suscripciones a revistas donde lxs científicxs publican trabajos financiados (generalmente) de manera estatal y pública, donde realizan el trabajo de edición y revisión de forma gratuita, si ahora pueden leer los artículos de forma libre? Se calcula que el negocio de las editoriales científicas tiene una ganancia del 40% [4] (en contraste al resto de la industria editorial que está en crisis constante), dado que básicamente utilizan al propio sistema científico como mano de obra sin ningún costo extra. Es decir, lxs cientificxs hacen el trabajo de investigación, de escritura, de revisión, de edición, todo financiado de manera estatal o privada en algunos casos, para después pagarle a las editoriales por el trabajo que hicieron ellxs mismxs.

Esta problemática no es ajena a los países occidentales más ricos. Grandes universidades en Estados Unidos y gobiernos Europeos (en California, Holanda, Alemania) decidieron suspender sus suscripciones a revistas del grupo editorial Elsevier [5], el monstruo de las revistas académicas, como forma de protesta [6] contra sus precios exorbitantes y cómodos márgenes de ganancia, argumentando justamente que estas ganancias salen directamente de los bolsillos del Estado. Al mismo tiempo, muchos países de Europa han bloqueado la página de Alexsandra, por que si bien los gobiernos pueden comprender la problemática y la frustración con este sistema, no dejan de ver a Sci-Hub como un proyecto de piratería ilegal.

Para la comunidad científica, Alexsandra, con la creación de Sci-Hub, abrió la puerta a un debate que se venía dando en voz baja. Además de haber creado un proyecto que democratiza el conocimiento y garantiza el acceso a la información de manera universal, nos lleva a cuestionar todo el sistema científico y re-pensar las maneras en las que lxs científicxs queremos y debemos comunicar nuestro trabajo, dentro y fuera de la comunidad científica.

Ilustración de Michael Eisen
[1] https://www.unsam.edu.ar/tss/el-precio-de-publicar/[2] https://www.nature.com/articles/nj7612-457a[3] Existen repositorios online de acceso abierto y libre donde se pueden publicar trabajos científicos que se conocen como preprints. Éstos son artículos en su versión preliminar, antes de ser publicados por una revista, o simplemente artículos cuyos autores no desean enviar a ninguna revista en particular. Estos repositorios en general tienen algún filtro mínimo para poder publicar, pero en su mayoría no cuentan con la etapa de revisión y edición. Esto hace que a la hora de evaluar los antecedentes de unx científicx, este tipo de publicaciones no sean tenidas en cuenta por falta del “aval” científico que le dan a los artículos las editoriales y el sistema en general. Sin embargo, en muchas disciplinas, estos repositorios cuentan con trabajos relevantes y descubrimientos importantes que no fueron publicados en ningún otro lado.[4] https://www.theguardian.com/commentisfree/2019/mar/04/the-guardian-view-on-academic-publishing-disastrous-capitalism[5] Elsevier es una de las principales editoriales demandantes contra Sci-Hub, con un juicio ganado en una corte de Nueva York por una suma de USD$15 millones. [6] http://thecostofknowledge.com/