¿Quién es el centro del universo?

Julio 2020

Sobre androcentrismo y ciencia feminista

Entrevista a Danila Suárez Tomé y Laura F. Belli por Catalina Zaza y Juliana Reves Szemere. Realizada en Junio de 2020.

Danila Suárez Tomé es Doctora y Profesora en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Trabaja como docente en las materias Gnoseología y Filosofía Feminista de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) y de Epistemología del Género en la Maestría Estudios y Políticas de Género (UNTREF). Se desempeña como becaria posdoctoral en el Instituto de Investigaciones Filosóficas (SADAF-CONICET).

Laura F. Belli es bioeticista y Dra. en Filosofía por la Universidad de Buenos Aires. Es docente de la materias Ética (FFyL - UBA), Problemas filosóficos (Univ. DiTella) y Sexualidad, salud y relaciones de género en la Maestría Estudios y Políticas de Género (UNTREF). Es miembro de los comités de bioética y de ética de la investigación del Htal. Gral. de Agudos Dr. Cosme Argerich.

Pregunta: ¿Qué es el androcentrismo? ¿Cómo aparece reflejado en la ciencia y en la forma de crear y usar conocimiento?

Danila: El androcentrismo es un concepto que utilizamos desde las teorías feministas y de género para expresar cómo es que detrás de la idea de “Humanidad” como una categoría universal, neutra, abstracta y objetiva se encuentra, en realidad, escondida una perspectiva parcial y situada que es la relativa a quienes formaron esa abstracción vacía: los varones hegemónicos. Con esto se quiere demostrar que no hay nada de neutral ni de universal ni de abstracto ni de objetivo en la idea de “Humanidad” o “Sujeto” como omniabarcante de toda la especie humana, sino que más bien las características, intereses, necesidades y visiones de un grupo dominante, que llamamos el del “varón hegemónico” (el cual detenta atributos dominantes como ser cisexual, heterosexual, blanco, europeo, propietario, etc.), fueron hipostasiadas en una categoría que pretende incluirnxs a todxs avasallando nuestras especificidades. De este modo, se consolidó la afirmación tácita de que el varón hegemónico es la medida de todas las cosas, el único capaz de producir conocimiento, dictar leyes y ejercer la política, entre otras actividades relevantes para la construcción de nuestra cultura.

Laura: Esto que menciona Danila tiene como resultado la persistencia del sesgo androcéntrico en las ciencias cuando no se incorpora una perspectiva atenta a cuestiones de género, etnia, raza, etc. Cuando hablamos de sesgo androcéntrico estamos refiriéndonos particularmente a un modelo de construcción de conocimiento que equipara la mirada masculina con la idea de universal (conocimientos y prácticas que se presentan como “neutrales” u “objetivos” cuando, en realidad, están fuertemente atravesados por una mirada masculina), como explicó Danila.

P: ¿Cómo es posible identificar los sesgos patriarcales y racistas dentro de la ciencia y cuál es la importancia de construir un conocimiento más completo, en el sentido que incluya aportes de la teoría feminista, decolonial, queer, entre otras?

Laura: las epistemologías feministas y críticas vienen advirtiendo sobre estos problemas hace décadas. Se trata de ampliar la mirada por fuera del canon y revisar otras propuestas, prestando atención a los puntos críticos. No es tarea fácil, dado que muchas de estas posiciones obligan a repensar las bases mismas de cómo se desarrolla y sustenta el conocimiento científico en gran parte de las instituciones. Pero justamente por eso es valioso incorporar estas miradas desde las instancias primeras de formación.

Danila: La educación en epistemología, historia y sociología de la ciencia con perspectiva crítica es fundamental en este proceso. Es necesario que se pueda comprender cómo es la relación entre la producción del conocimiento y ese conocimiento que se produce. Es decir, cómo influye quiénes componen las comunidades de producción de conocimiento, cuáles son sus valores, cuál es la política científica que las guía y en vistas a qué en el conocimiento que es producido. Hace poco se viralizó en twitter un hilo que demostraba cómo muchas cosas que los varones dentro de las ciencias antropológicas y arqueología no podían explicar o explicaban mal se debían al punto ciego que emanaba de su sesgo androcéntrico. Esto es, las mujeres antropólogas y arqueólogas pudieron iluminar esas incógnitas de modo muy sencillo y dieron buenas explicaciones de fenómenos que los varones no entendían porque referían a experiencias de mujeres. Esto demuestra varias cosas, pero las más importantes son que el sesgo androcéntrico produce mala ciencia, porque esos conocimientos sesgados eran erróneos, y que es imposible escindir el conocimiento que se produce de los componentes subjetivos de quienes los producen. Esto no es anecdótico sino que se replica en todas las áreas de producción de conocimiento. Las epistemologías críticas insisten en que hay una situacionalidad del sujeto que conoce que es ineliminable. Hay que aceptar esa limitación de la mirada humana y producir parámetros de producción de conocimiento que no tiendan al universalismo objetivo y neutro inexistente, sino que plurifique la mirada para que podamos comprender cada vez mejor el mundo en el que vivimos.

P: ¿Qué rol juega en la discriminación de género y el racismo (y viceversa)? ¿Cómo se retroalimentan?

Laura: impactan en todos los ámbitos, en las estructuras, las investigaciones y también la aplicación de los conocimientos producidos bajo estos parámetros. En relación con las estructuras, las brechas salariales, así como la segregación vertical y horizontal (la distribución de trabajadorxs en diferentes sectores basado en cuestiones de género o raza o etnia y a la sub-representación o ausencia de diferentes grupos en los lugares más altos de una pirámide ocupacional específica). Y eso también influye en las investigaciones, los temas a los que se les da prioridad (¿a los intereses de quién responden? ¿a los problemas de quienes tratan de ofrecer respuesta? ¿qué miradas incluyen?), los sesgos presentes en el diseño de investigaciones y también —tanto en el caso de investigaciones en seres humanos— en la aplicación de resultados a grupos que no fueron incluidos en el desarrollo de la investigación.


P: ¿Qué es la epistemología feminista? ¿En qué momento irrumpe dentro del universo epistemológico ?

Danila: La epistemología feminista es una rama de la epistemología crítica que se centra en el estudio de los sesgos androcéntricos y características sexistas de la producción de conocimiento, y en la generación de herramientas para mejorar los procesos de producción de conocimiento en vistas a la generación de una ciencia que sirva a propósitos de liberación humana y justicia social. Es inescindible de la historia y la sociología de la ciencia feministas, y también es inescindible de sus objetivos políticos. La epistemología feminista no es una disciplina que pueda ser encarada de modo puramente abstracto y especulativo, sino que tiene como valor rector su aplicabilidad a los fines del movimiento feminista. Performativamente, la epistemología feminista busca dar por tierra con una dicotomía androcéntrica muy perniciosa que es la de teoría versus práctica. Dicho esto, es necesario saber también que la epistemología feminista no es una disciplina homogénea, sino que tiene un conjunto de teorías internas que debaten entre sí sobre los modos más correctos para incidir en la producción de conocimiento, y que solo tienen un par de puntos en común: la crítica al sesgo androcéntrico y sexista de la ciencia, la idea de que todo conocimiento es conocimiento situado por naturaleza y la idea de que la legitimación del conocimiento depende, en última instancia, de relaciones de poder, y no únicamente de su adecuación empírica. Y también es importante saber que existen criterios de mínima y de máxima en el interés que el movimiento feminista tiene sobre la ciencia y la producción de conocimiento en general, que van desde la inclusión de más mujeres y diversidad en ciencia, hasta una revolución en los valores y parámetros que guían esa producción de conocimiento, que hoy día todavía siguen bajo un modelo androcéntrico de pensamiento que está condenado a seguir produciendo conocimiento sexista.


P: ¿Qué significa para ustedes la ciencia feminista? ¿Qué acciones cotidianas creen que podemos empezar a tomar cada une, desde nuestro lugar como cientificx, para construir una ciencia feminista?

Laura: Una ciencia feminista permite una mayor apertura en las comunidades científicas, lo que se traduce en una ciencia menos sesgada (más inclusiva) y en un cambio radical en torno de cómo se produce y se aplica el conocimiento. Los feminismos muestran que los modelos clásicos de las ciencias son fuente y un lugar de desigualdades de género (las instituciones científicas tienen una larga tradición de exclusión de las mujeres y otras identidades subalternizadas de sus filas) y su gran aporte es el de señalar la necesidad de reforma de estas estructuras en pos de eliminar las desigualdades presentes en estas instituciones. Lo que cada unx puede hacer depende en gran parte del lugar que ocupe. De máxima sería ideal poder transformar los supuestos del marco teórico, las metodologías, el contenido e incorporar programas de investigación alternativos críticos a la enseñanza de las ciencias (este punto en la formación de las nuevas generaciones me parece vital). Pero incluso sin llegar a ese ideal, se puede llamar la atención sobre la representación insuficiente de las mujeres y otros grupos identitarios, señalar las preguntas que la ciencia tiene ‘olvidadas’ y que afectan a diferentes personas y sostener compromisos filosóficos y políticos en esta línea en todas las instancias personales y profesionales en las que sea posible y, sobre todo, estar atentxs de no replicar prácticas que no cumplan con estos ideales de justicia e igualdad.


P: ¿Qué problemas pueden acarrear el cientificismo y acreditar a la ciencia como ‘objetiva, neutral y universal’? Y a la inversa, ¿cuáles son los perjuicios del relativismo extremo en la producción de conocimiento?

Danila: Uno de los problemas que la epistemología feminista ha mostrado es que toda la ciencia (esto es, exacta, natural, social y todas las divisiones que existan) toma como modelo el método y los parámetros de la física, aún cuando la física pareciera ser más bien una excepción porque en otras áreas científicas es muy difícil dar con conocimientos que sean tan exactos como muchos de los de la física. Sandra Harding, por ejemplo, sostuvo que es necesario que empecemos a pensar a “la ciencia” en general desde el punto metodológico de las ciencias sociales. De ese modo, se esquivan las pretensiones tajantes de objetividad, neutralidad y universalidad que nunca fueron más que ideales regulativos que impregnaron a la institución de la ciencia de un aura cuasi religiosa. Y esto lo digo a propósito para dar cuenta justamente de los problemas que esta idea tan severa de la ciencia, como verdad última, no solo no tiene nada que ver con lo que la ciencia es, sino que además la perjudica. Nos está pasando hoy, por ejemplo, con la cuestión de la COVID-19. Es una enfermedad nueva sobre la cual se está construyendo conocimiento científico a la vista del público general. Las resistencias que se generan ante el cambio de recomendaciones por nuevos descubrimientos es por una imagen construida de la ciencia desde el cientificismo que se asemeja más a la religión (certidumbre y verdad) y que a la de la verdadera práctica científica (incertidumbre, escepticismo, experimentación, avance progresivo de la comprensión, conocimiento falsable, etc.) Hay que reconocer las propias culpas en este proceso de mistificación de la actividad científica como portadora de una única verdad, porque está más cerca del dogma que de lo que la verdadera ciencia significa para la humanidad. Asumir todas estas cuestiones limitantes de esa imagen construida siempre va a recibir críticas de “relativismo”. Pero desde las epistemologías feministas no hay ningún interés en plantar un relativismo ingenuo del “todo vale”, eso es más bien o un muñeco de paja que se hacen desde posiciones sexistas para caricaturizar a un planteo serio, o una posición extremadamente nociva de comunidades anti-científicas que nada tienen que ver con los propósitos de las epistemologías críticas en general. Al conocer el corpus teórico de la epistemología feminista, se puede ver claramente la importancia central que tiene evitar el relativismo y el esfuerzo constante por proveer herramientas que mejoren la producción científica sin hacer oídos sordos a las limitaciones del conocimiento humano. Es una tarea titánica, mucho más difícil que presentar una idea religiosa de la ciencia o rechazarla in toto desde posturas anticientíficas. Pero es la que vale la pena llevar adelante si creemos en la potencia emancipatoria de la ciencia.


P: En el último tiempo se ha dado una mayor exposición del fenómeno de la posverdad ¿qué es? ¿cómo impacta en la manera que tenemos de entender el mundo como sociedad?

Danila: El término “posverdad” es bastante plurívoco. Hay demasiados significados dando vuelta y mayormente se aplica a fenómenos muy relacionados con las áreas de comunicación y política, pero que también tiene resonancia en lo que sería la recepción pública de la ciencia. Podríamos decir que cuando se habla de “posverdad” hay una referencia a un momento específico de la sociedad en la cual los parámetros para que el público consumidor de información puedan distinguir lo “verdadero” de lo “falso” se han diluido por completo. Con lo cual, la desinformación, las fake news, los deep fakes, las teorías conspirativas, y otros fenómenos similares se encuentran en auge porque el contexto es lo suficientemente propicio para que prosperen. Dentro de este contexto los “hechos” pierden peso frente a lo “fake”, que, en general, representan contenidos dirigidos a generar emociones específicas que condicionan la acción hacia algún fin previamente determinado.

Laura: Lo que me resulta interesante de este nuevo interés en la posverdad es que el foco se puso sobre la importancia de las emociones en la formación de juicios valorativos. Esto es un golpe de realidad muy fuerte para quienes se empeñaban a defender posturas, digamos, de un racionalismo extremo. Y creo que es algo positivo que abre la puerta a revisar con mejores ojos las propuestas de las epistemologías feministas y críticas, ya que incluyen perspectivas y reflexiones muy interesantes sobre estos temas.

Danila: Sí, creo totalmente en que si bien es un poco desalentador el panorama en general, es un gran momento para dejar atrás teorías vetustas sobre el comportamiento humano y empezar a considerar otras visiones. Es muy importante que la comunidad científica en su conjunto (científicxs, epistemológxs, historiadorxs y sociólogxs de la ciencia, divulgadores y comunicadorxs, entre otros actores relevantes) estudien el fenómeno de la posverdad y la desacreditación pública de la ciencia para también poder ver qué es lo que no se ha hecho bien desde la propia institución de la ciencia para contribuir a este contexto. Es importante generar instancias de articulación entre demandas sociales y conocimiento científico, de participación ciudadana a través del empoderamiento científico, si se quiere. Hay que repensar la articulación entre lo científico y lo social porque, si bien está en la base, se ha perdido bastante la percepción de esa ligazón fundamental.

P: En Ciencia, política y cientificismo, Oscar Varsavsky dice que la ciencia debiera ser aquella que existe para atender las necesidades colectivas y para transformarlas ¿Ustedes creen que toda la ciencia es política? ¿Cual creen que debe ser los roles que tienen que ocupar lxs cientificxs dentro de la sociedad, teniendo en cuenta que están inmersxs la cultura?

Danila: Como dije antes, creo que es un momento óptimo para poder fortalecer los lazos entre la ciencia y la sociedad, porque no son dos esferas separadas y pareciera que sí. La ciencia, su producción, comunicación y aplicación tiene un carácter ético político ineludible.

Laura: Creo sin duda que cualquier tipo de producción de conocimiento es político y también que negar este hecho no hace más que enmascarar intereses que suelen responder a los grupos dominantes. Lxs científicxs, así como el resto de quienes hacemos investigación, tenemos la responsabilidad de repensar nuestras prácticas y el modo en que la llevamos a cabo. Creo que es necesario comenzar a articular el trabajo con otras disciplinas (dejar de pensar cada carrera, cada especialidad como cerrada en sí misma) y con la sociedad en general.


Video de la ponencia de Laura y Danila en Jornada de debate sobre Mujeres y Diversidades en CyT, organizada en 2019