La Dra. Irene Vera es dermatóloga y en su práctica atiende a sus pacientes respetando su individualidad, su diversidad y su autonomía.
CF: Empecemos la entrevista contando quién sos y a qué te dedicás.
Irene: Mi nombre es Irene Vera, soy dermatóloga. En Instagram comunico mi práctica como @dermatoinclusivx.
Me interesa llevar a la práctica de la dermatología, además de un alto nivel académico, la mirada sobre cada una de las situaciones que nos intersectan como humanos. Mi práctica profesional está claramente permeada por mi posición política sobre diversos temas. No lo sé todo ni mucho menos... Sé muy poco, pero me interesa siempre aprender, escuchar y modificar mi práctica en base a mis nuevas experiencias, conocimientos y empatía.
CF: Al trabajar con Instagram ¿Cómo influyen en tu práctica las redes sociales?
Irene: Empezar con un perfil en Instagram modificó mucho mi práctica. Aunque parezca algo frívolo. Te permite segmentar tu práctica hacia tus intereses, que pueden ser monetarios o de otro tipo. Por ejemplo, siempre se pone el énfasis en que cada paciente o cada consultante elige lx médicx con quien se siente más o menos cómodx. Una vez escuché en una conferencia en Brasil que decían que también lxs médicxs tenían la posibilidad de elegir lxs pacientxs que querían. En ese momento yo no lo entendí. Después, cuando armé el Instagram, empecé a pensar cuál es mi mensaje, qué es lo que yo quiero transmitir, ¿qué es lo que yo quiero mostrar? Además de la parte académica, quiero primero mostrar a las personas que son todas bienvenidas, independientemente de su género, de su etnia, de su orientación sexual, de su política alimentaria y que sepan que cuando se acerquen a mi consultorio no va a haber un prejuicio, sino que el tratamiento va a ser basado en la evidencia y también en una práctica de deconstrucción. La diferencia para mí de ser unx profesional y manejar un Instagram no llevado por unx community manager, con un fin educativo, es que hay un conexión más íntima. Yo quiero trabajar para acortar la brecha entre consultantx-médicx, para que mis consultantxs no se sientan vulnerables, explicarles todo y darles herramientas.
Pero también hay que tener en cuenta que una interactúa con lx consultantx. Y me di cuenta que con ciertas personas me llevaba mejor y era más disfrutable mi trabajo. Entonces, esta es la segmentación que viene a través de Instagram. Siempre digo, las redes sociales son como una vidriera que muestran cómo es la persona y la gente puede ver cómo pensás antes de elegir. Eso para mí también es más cómodo, porque me permite comenzar el diálogo un poco más avanzado. No tengo que explicar tantas cosas porque están en mi Instagram. Por ejemplo, si yo le pregunto a alguien cómo se autopercibe, no le va a sorprender eso y me va a contestar “como mujer cis”, “como no binarie”, etc. En cambio, alguien que llega por otra vía quizá más tradicional se sorprende mucho cuando le preguntó “cómo te percibís”, no entiende o se ofende.
CF: Ya que mencionas ahora que estás tomando pacientes por tu cuenta, ¿cómo es la proporcionalidad respecto al género de los pacientes que tenés?
Irene: La gente que me sigue en Instagram es un 95% mujeres (pero no sé cómo tomarán la medición Instagram. No sé si son mujeres cis o trans porque dice ‘mujeres’ solamente) y un 5% de hombres. Mis consultantxs yo diría que son un 90% mujeres y un 10% hombres. Igualmente, es bastante la diferencia. Las disidencias sexuales quizás sean un 3%. Es un porcentaje pequeño, pero va creciendo a partir de recomendaciones. Este porcentaje es muy distinto a lo que yo veía antes en mi práctica. Quizás hay un montón de personas que no se den ni cuenta que están trabajando con diversidades sexuales porque no lo preguntan. A una persona no binaria directamente le mandan la cruz en femenino o masculino. Eso es algo que surge al preguntar.
CF: Siguiendo esta línea, cuando vos estudiaste ¿veías esta diferencia también o cómo lo sentiste?
Irene: La carrera de dermatología es predominantemente una carrera de mujeres cis. Yo hice el posgrado con unas cuarenta personas y de éstas había aproximadamente tres varones. Nunca tuve unx compañerx trans/travesti.
Cuando estaba escribiendo sobre la primera dermatóloga y ginecóloga, no me sorprendió leer que al principio la dermatología fue una especialidad de hombres, como lo fue casi todo antes. Después noté que todos los nombres de enfermedades conocidas tienen nombre de varón. Además, la mayoría de las personas que estudian dermatología son mujeres, pero a la cúpula de las sociedades académicas el porcentaje de dermatológos hombre que llegan es mayor, o sea son menos pero tienen más acceso a los puestos jerárquicos. Hoy en día es netamente una especialidad de mujeres en lo asistencial. Muchas personas la piensan como algo “lindo o sencillo” porque te permite tener una familia y además ser médicx. A mí me parece raro, pero muchas personas lo piensan así. En realidad, depende hasta dónde quieras llegar. Si vos queres llegar alto, escribir libros, escribir artículos y ser jefa de un servicio, te va a costar más. Si vos querés tener una práctica tranquila, sólo ir al consultorio y nada más, se puede pensar como una especialidad más “amable”.
CF: ¿Sentís que hay estereotipos de género asociados a la dermatología?
Irene: A la dermatología se la asocia primero con la estética, sin pensar en el aspecto relacionado con las enfermedades. Esto perjudica en un punto a los varones como pacientes, ya que no se hacen su chequeo anual de lunares porque piensan que la dermatología es solo cremas para cuidado facial. La realidad es que yo detecto los melanomas u otros tumores piel mucho más rápido en las mujeres porque siempre están más alerta. Esto no lo he medido, estoy hablando de algo empírico que veo en mi práctica diaria en el consultorio. El rol de cuidadoras que se nos asignó siempre a las mujeres tiene algo negativo y algo positivo. Lo negativo es que nos sobrecarga y pasamos a ser las cuidadoras de la salud de toda la familia. Lo positivo es que las lesiones, por ejemplo en piel, se detectan mucho más rápido porque en general, una mujer está atenta y hace la consulta. En cambio un varón, como es algo “estético” o de “cuidado femenino”, se deja estar un poco más y llega a una consulta con un tumor más avanzado.
Respecto al sesgo racial, estoy escribiendo algo al respecto, busqué muchos artículos y también puse mi experiencia personal. Yo soy una persona marrón y tengo tonada porque nací en otra provincia y en muchos de los consultorios en los que trabajé, que eran muy buenos académicamente, he tenido que explicar y sacar un pequeño CV, porque a lxs consultantxs les incomodaba que lxs atienda yo, que soy morocha y tengo tonada. Eso también pasa. ¿Cuántas veces habrán escuchado decir “yo no me quiero atender con unx médicx de X nacionalidad?” Es un prejuicio que antecede al saber profesional. Eso viene de todos lados, de lxs pacientes también. Es algo en lo cual estamos imbuidxs todxs.
CF: Desde el sustento científico, ¿notás que hay también algún sesgo, por ejemplo, en la investigación de la dermatología?
Como en todo, pienso que hay un sesgo pero no siempre es intencionado. Quizás algún estudio mal diseñado o donde no se midió todo lo que debería medirse. Por otra parte, muchos estudios están sponsoreados por la industria farmacéutica. Quizás existen quince estudios de una misma droga y sólo se publican los que muestran resultados favorables para un determinado laboratorio. Con respecto al uso de máquinas cosméticas o de ciertos productos cosméticos o farmacológicos, las comparaciones que se hacen a veces pueden ser un poco engañosas. Por ejemplo, se lanza una nueva crema blanqueadora y la comparan contra una placebo. Lo correcto sería compararla con la mejor crema que existe hasta el momento. Esas evaluaciones pueden ser sesgadas. También pueden existir otros sesgos en quienes realizan el estudio. En general, me parece que es algo no intencionado, excepto cuando son estudios realizados por laboratorios cosméticos. Si unx busca hay bastante información. Hay que revisar qué conflictos de interés declaran las personas que investigan. Lo bueno en dermatología, es que declaran los conflictos de interés, no los ocultan. Por lo menos hay transparencia en eso.
CF: ¿Dónde pensás que está la frontera entre la salud y la parte estética de la piel? ¿Cuándo considerás que es necesario llevar adelante un tratamiento para la piel?
Irene: Cuando tenés una enfermedad de la piel (no estamos hablando de algo grave, pero por ejemplo, el acné es una enfermedad de la piel) es necesario hacer una intervención más allá de cómo cuidarte en una rutina de cuidado para piel saludable. Hay que poner medicamentos que vayan en contra de las causas que generaron el acné. Ahora, incluso en eso, las rutinas de cuidado diario usuales ayudan. Puede ocurrir que una persona que tiene acné se esté higienizando mal o ingiera alimentos que empeoran su situación, y con cambiar un poco sus hábitos, quizás necesite menos medicación. Pero también existe un rango de criterios. Una cosa es el acné leve y otra cosa es una persona con un acné severo o acné fulminans donde se necesita hacer otro tipo de intervenciones que pueden llegar a la internación.
Con respecto a la estética, yo hago estética, pero no la anuncio porque me parece que no hace falta. Eso también va de acuerdo con lo que quiero mostrar en mi Instagram. Mi feed es educativo. Yo quiero que a la persona le quede claro cómo lavarse la cara, que se ponga protector solar, cosas básicas. Desentrañar mitos. Y después puedo tener unx consultantx que me pide hacer algo de estética. Yo siempre digo que para mí la estética es un evento privado y ético, detrás de las puertas del consultorio. Por eso nunca publico imágenes de “antes y después”. Guardo esos registros para mí, pero no los publico por varios motivos que incluyen siempre no exponer a lxs consultantxs. Por lo general, ellxs me autorizan a sacar fotos de antes y después de los tratamientos, para mostrarlas a otrxs consultantxs. Las fotos para libros o artículos, llevan permisos especiales.
CF: También a veces esas imágenes de los “antes y después” es lo que nos marca lo que está bien y lo que está mal, generando mucha inseguridad en todos los cuerpos que transitamos ya que nunca vamos a tener la piel ideal que nos propone la foto.
Irene: Este evento para mí tiene que ser privado, dentro del consultorio, con un consentimiento. Para mí no está mal que alguien decida hacer un procedimiento de estética pero lo que no puede pasar es que alguien que viene sólo a revisarse los lunares, se sienta invadido (por publicidad en el mismo consultorio o por mi) y empujado a hacerse algo que nunca se había planteado. También es un trabajo constante conmigo, porque yo tal vez pienso “ah, a mi me gustaría sacarle tal lesión”, pero no lo digo.
CF: Quizás a la persona ni se le ocurrió eso y lo siente como algo muy invasivo.
Irene: Exacto, si no se le ocurrió, listo, no se le ocurrió. A veces era como algo muy fuerte, en lo que pensaba todo el tiempo. Ahora cada vez lo pienso menos.
CF: La línea entre decirlo y no decirlo sería entonces cuando ves algo que realmente afecta la salud, ¿no?
Irene: Claro, si yo te veo un cáncer de piel te lo voy a decir. Si es una cuestión estética, no. En ese caso, voy a dejar que me lo diga lx consultantx. Eso no siempre fue así, yo también hice mi propio proceso de cambio.
CF: En su formación como dermatólogxs, ¿les dicen cómo conviene abordar estos temas?
Irene: No, no es algo explícito. Me parece que es algo que respiramos todo el tiempo. Yo me formé en el hospital público entonces no tuve esa visión. Por ejemplo, la espera de mi consultorio es muy diferente a la de un lugar donde se hace estética común. No hay propagandas de nada. De hecho, justamente tengo dos cuadros de Lala Pasquinelli de “@mujeresquenofuerontapa”, que son de mujeres reconstruidas a partir de los pedazos de revistas, de lo que era hegemónico para construir una forma de mujer propia. No hay nada más. Entonces muchxs pacientes se sorprenden cuando se enteran de que hago algunas prácticas estéticas. “Che, te quería preguntar por este tratamiento que me voy a hacer” y les digo “ah, yo lo hago”. Como no está publicitado piensan que no lo hago. Prefiero eso antes de que una persona venga a controlar un lunar y en la sala de espera ya se vea invadido por un montón de estándares de belleza hegemónicos.
CF: Volviendo un poco al tema de los tratamientos y de tus pacientes, ¿notás que las desigualdades de clase toman importancia a la hora de llevar adelante un tratamiento?
Irene: En mi práctica privada, atiendo gente de clase media. Trabajando en el hospital aprendí a elegir productos más económicos. Cuando unx sale a lo privado, es más propensa a decir “bueno, no puedo ofrecer lo mismo que en el hospital público.” Es medio ridículo, ¿no? Se empiezan a recetar otro tipo de líneas.
También sucede lo opuesto. No puedo ofrecerle un protector solar carísimo a una persona que cobra un sueldo básico. Es todo un tema balancear eso. Hay algunos laboratorios nacionales que son muy buenos y tienen un gran compromiso social quizá la presentación de sus productos no es similar a la de un producto importado pero van a curar igual, que es lo importante. Mientras sea un producto terapéutico yo siempre elijo esas líneas, incluso en mi consultorio particular. Una de las preguntas que le hago a mis pacientes es cuánto puede gastar, para adaptarme a eso.
Para dermatología se necesitan a veces varios productos, eso es una realidad. Una rutina básica tiene cuatro productos. Si además la persona tiene una enfermedad, hay que agregar algunos más.. Entonces trato siempre de priorizar la economía. Otra opción es preparar la medicación en farmacias. Eso se hace mucho en dermatología y baja mucho el costo. Una crema hidratante, que sale 1500 pesos de una línea buena, quizás mandado a preparar cuesta 400, 300 pesos, con una calidad similar. Yo les hago traer a mis pacientes todos sus productos la primera vez, vamos revisando todo y veo qué puedo utilizar de lo que tienen. Solamente corrijo lo que está mal. Incluso a veces utilizo cosas que tiene lx paciente y les doy trucos para que la puedan adaptar a su rutina. Cuando los terminan, elegimos algo barato o mandamos a preparar.
CF: Respecto a los tratamientos que muchas veces son caros y que vos tratás de adecuarte al bolsillo de lx paciente, ya que mencionaste que trabajás con productos de venta libre, ¿que opinión tenés sobre productos como el Asepxia? Y también, ¿qué te genera cuando ves gente famosa o influencers que no son medicxs y recomiendan consumir estos productos?
Irene: No voy a hablar de esa marca en particular pero, siempre que veo las publicidades en la tele me pregunto por el grado de subestimación de la dermatología. Porque la piel es un órgano. Y nuestra especialidad sufre mucho de intrusismo. Hay mucha gente que hace prácticas de dermatología sin ser dermatólogx. Pero cuando alguien promete algo en la televisión sin ser especialista me pregunto por la falta total de responsabilidad. ¿A esa persona le dijeron que tenía que decir con un guión, o se interesó verdaderamente por conocer el producto? ¿Lo probó? Porque quizás la gente gasta plata, lo compra y después no le da el resultado esperado. Eso se ve reflejado en las consultas, porque cuando lxs consultantxs vienen por primera vez tienen una cantidad de productos impresionante. Algunas veces hasta con productos duplicados, que son la misma cosa pero de diferente marca, porque el marketing les hizo creer que eran distintos. Y creo que si lx paciente en vez de comprar todos esos productos primero hubiera hecho una consulta dermatológica, hubiera ahorrado un montón de tiempo, dinero y energía. Porque el hecho de empezar un tratamiento y fallar, decepciona.
CF: Cambiando un poco de tema, ¿has acompañado un tratamiento de transición de género, sabiendo que muchas obras sociales no cubren los requerimientos?
Irene: En realidad yo no he indicado la medicación hormonal para la transición. Pero si acompañé a pacientes porque hay muchas cosas que cambian en la piel cuando una persona está transicionando de un género a otro. Me ha tocado acompañar a varones trans desde el momento en que se hacen la cirugía y empiezan a tomar hormonas. Es un gran cambio para ellos, les empieza a salir barba y seguramente les salga acné por las medicaciones que están tomando, también se les puede caer el cabello. Entonces está bueno acompañar y contener. Por suerte todo lo que es el proceso de adecuación lo cubre el sistema de salud y la medicación hormonal también. Nuestra ley de identidad de género es una ley modelo en el mundo, es de avanzada. Es más, creo que nos la tendrían que hacer leer a todxs lxs medicxs en formación. Yo la leí hace muy poco, por mi cuenta, para ser más respetuosa con mis consultantxs y conmigo misma. Estaría bueno que se empiece a incluir en la currícula de todas las especialidades. La dermatología hoy es muy buena diagnosticando pero tiene mucho prejuicio y lxs pacientes se sienten muy vulnerables. Yo nunca había pensado en la otra campana, en el otro lado de la historia. El ejercicio es muy simple, sólo hay que escuchar con humildad y preguntar con respeto “¿cómo te autopercibís?”, “¿por cuales pronombres querés que te llame?”.
CF: ¿Creés que hay una especie de sacralización hacia los elementos naturales? Quizás los pacientes van a la consulta buscando EL elemento natural porque está la idea de que son más saludables.
Irene: La charlatanería puede venir desde los dos lados. Mi enfoque a la hora de recomendar un producto, no es en términos natural vs. biotecnológico. Yo pienso, primero, en si algo es eficaz; segundo, si es sustentable; y tercero, si el riesgo supera al beneficio o si el beneficio supera al riesgo. A los productos naturales, los selecciono en base a esos tres criterios. Siendo natural, ¿está demostrado científicamente que es eficaz? Lo natural no siempre es sinónimo de bueno. Por ejemplo, algo natural es el arsénico, pero si tomamos agua con arsénico nos da cáncer. Por otro lado, algo no natural, sintético, es la penicilina [1], y ¿cuántas vidas ha salvado?
También me pregunto si los productos tiene una huella de carbono alta o baja. Hay productos naturales que no son sustentables. Muchos aceites de flores, por ej para la obtención de un litro son necesarios miles de kilos de flores. Eso tiene una huella de carbono muy alta. Quizás es posible sintetizar el mismo producto de forma totalmente artificial, pero el producto es el mismo y la huella de carbono menor.
CF: ¿Qué opinión tenés sobre los tratamientos que están relacionados con la estética pero en el fondo son para una enfermedad? (por ejemplo el Roacután que es para el tratamiento del acné)
Irene: Vamos a hablar de Isotretinoína que es la droga, lo otro es una marca comercial. La Isotretinoína es una droga muy valiosa. Una persona que tiene un acné desfigurante, puede tener conflictos en sus relaciones, ya que a veces esos casos generan una baja importante en el autoestima. El tratamiento más efectivo para ese tipo de acné es esa droga. Cuando se presenta esta situación, le digo a mis pacientes que empiecen el tratamiento, siempre informadxs, explicándoles bien todos los efectos. No me parece buena opción para a alguien que tiene acné leve, sino que tiene una pre-indicación para un acné severo o acné moderado pero recalcitrante (es decir que se le va y le vuelve a aparecer). Si yo tengo una buena relación consultantx-médicx, me hago cargo, les explico el procedimiento, lxs acompaño en el tratamiento, que puede durar varios meses entonces hago una buena utilización de la medicación. Si no ofrezco el tratamiento, lxs pacientes la van a pasar mal porque va a tener un acné muy severo, doloroso y con secuelas. Si a mí me pasara yo sin dudas lo tomaría.
CF: En resumen, lo importante es entonces profundizar la relación paciente-médicx.
Irene: Sí. obvio. Hay pacientes a quienes sus demartologxs les dieron el diagnóstico y el tratamiento correcto, pero sin informarles sobre la patología y creo que acá juega mucho en contra la falta de tiempo en las consultas, el sistema hace que no puedan ser muy largas. Muchas veces mis consultantxs realizan conmigo un tratamiento que hicieron antes. La diferencia es que nos tomamos el tiempo para hablar y despejar dudas, con las herramientas necesarias para que lo puedan cumplir. Elijo algunas cosas pero ellxs tienen cierta libertad de opción dentro de lo que yo les receto. Somos un equipo y lxs estoy asesorando para que ellxs hagan el tratamiento. No quiero tener el cuidado de su piel en mis manos, quiero que sean ellxs quienes lo lleven adelante. Es un enorme trabajo para ellxs. Muchas veces desde Instagram me piden consejos de cremas o tratamiento y la verdad que no puedo hacer una recomendación, porqué ¿qué sé yo de la otra persona? Nada, solo un par de palabras, una foto y un arroba. Sería irresponsable de mí recomendar algo en esa situación. No existen las ‘consultas de pasillo’. Yo tengo que saber qué antecedentes tuviste, cuánto sol tomaste, a qué te dedicas, porque no dá lo mismo. Es importante tener en cuenta los antecedentes familiares, la dieta, el consumo de carne, de verdura, de ultraprocesados...
CF: Es todo un trabajo a tener en cuenta porque no todxs lxs profesionales de la salud lo hacen, y vos por tus propios medios decidís hacerlo. Es tomar una posición política al respecto.
Irene: Muchxs pacientes no quieren eso y tengo que respetarlo. Muchxs están acostumbradxs a una relación paternalista con su médicx y quieren que él o ella tome las decisiones. Es algo duro para lx paciente que yo le diga “te voy a dar tres opciones y vas a tener que elegir, yo no puedo hacerlo por vos”. Es posible que me deje también porque yo lx estoy interpelando todo el tiempo. Esto le cuesta especialmente a la gente mayor. Muchas veces me piden que yo tome las decisiones por ellxs. Yo trato de que no sea tan chocante el cambio. Les explico los pros y contras de los productos y procesos, para que puedan elegir. A los hombres hetero cis también les cuesta más. Muchas veces vienen con su pareja a la consulta, cuando les pregunto qué medicación toman, la miran a la mujer esperando la respuesta. Y es parte de mi trabajo cuestionar eso, que les haga ruido.
CF: Todas estas prácticas que aplicas en tu consultorio, ¿lo compartís con tus colegas?
Cuando voy al hospital tengo contacto con varios médicos más de mayor trayectoria, que son geniales y tienen visiones similares a la mía. Con ellos hablo de esto, y cuando me toca dar alguna clase de dermatología intento sacar el tema. Particularmente en los últimos años yo estuve dando varias conferencias en otros países y el tema surge, aunque no masivamente. Entre lxs médicxs más jóvenes hay muchos interesados en esto y me gustaría dar cursos de esta temática..
CF: En ese sentido, ¿viste algún cambio que haya surgido a partir del feminismo en esta manera de encarar las consultas? O sea, ¿tuvo algo que ver o fue algo que se dio paralelo?
Irene: En mi caso, me di cuenta de que con muchas cuestiones, le puso nombre a algo que yo ya hacía y me marcó qué estructuras de opresión están de fondo. En otros casos aprendí de cero, por ejemplo, en la deconstrucción de la gordofobia. Eso no lo tenía incorporado y el feminismo me ayudó a aprender.
CF: Querés contarnos las maneras de contactarte por si a alguien le interesa?
Irene: Básicamente hablando por el Instagram a los mensajes directos. A veces me despierto y tengo cientos de mensajes. Sí, y a veces es difícil balancear eso porque por ahora lo hago todo yo. No quiero llegar a un punto donde no pueda hacer eso. En general, la gente me escribe por DM y, ahora en tiempos de cuarentena, vemos si su consulta es apta online o no. Ahora tengo un trabajo previo, que es evaluar si la consulta es apta para que el paciente no pague una cosa que no le va a servir.
Fotografías: Laura Knoll