“Parece que estamos en un momento apocalíptico en el cual el mundo se está destruyendo y nosotrxs deberíamos hacer algo pero nunca sabemos muy bien qué.”
Entrevista a Gabriela Klier por Adela Victoria Salzmann. Ilustraciones de Alejandra Knoll.
Hablamos con Gabriela Klier sobre la mirada hegemónica de la conservación, la problemática ambiental y las posibilidades de transformación. Gabriela Klier es doctora en Biología por la Universidad de Buenos Aires; se dedica al estudio y la reflexión filosófica en torno a problemáticas de conservación, particularmente vinculadas a la biología de la conservación, tema de su tesis doctoral. Actualmente tiene una beca Postdoctoral del CONICET e investiga sobre políticas de conservación en el Parque Nacional Nahuel Huapi, con lugar de trabajo en el CITECDE-UNRN (Centro de Estudios en Ciencia, Tecnología, Cultura y Desarrollo), Bariloche. Su enfoque interdisciplinar desde la filosofía de la biología también involucra el campo de las artes; junto a Maia Vargas, desde hace tres años, lleva adelante el proyecto de investigación y creación artística: Laboratorio Isla Victoria. Su primer libro de poemas Biología está próximo a editarse como ganador de la convocatoria editorial La Tejedora de la Universidad Nacional de Río Negro.
Adela Salzmann: ¿Cómo es el concepto hegemónico de conservación que se maneja en el mundo y qué problemáticas trae?
Gabriela Klier: A mí me interesó estudiar conservación porque desde niña siempre me gustaron los animales y las plantas. Veía acciones de la WWF o Greenpeace y estaba muy de acuerdo con la idea de conservar, de hecho estuve en proyectos de conservación del cóndor andino y en otros proyectos en México. Lo que me pasó fue que a medida que estudiaba filosofía e historia de la ciencia comencé a problematizar qué significa conservar; esto me llevó a repensar las prácticas que había tenido desde la biología para la conservación y tratar de mirar desde otra perspectiva lo que es el cuidado ambiental.
Me encontré, entonces, con que conservar es conservar lo otro, cuidar la naturaleza es cuidar esa otra naturaleza, que es un lugar prístino, un lugar que no se vive, que simplemente se va de visita. Y me encontré con que los movimientos conservacionistas y las culturas conservacionistas (al menos hegemónicos) se escindían fuertemente de otras problemáticas sociales.
Parece que tenemos ciertas agrupaciones conservacionistas, como la WWF, que se preocupan por los osos pandas, por una especie de árbol, por un delfín, pero sin embargo, eso no se vincula con esas problemáticas que tenemos acá, como por ejemplo los transgénicos y la contaminación por el glifosato y diferentes venenos o la megaminería; parecen escindirse los problemas sociales de los problemas de conservación. La mirada hegemónica, la hegemonía, como eso que aparenta ser la norma y no se cuestiona, tiene que ver justamente con pensar la conservación como la conservación de lo otro, el cuidado ambiental como el cuidado de una naturaleza prístina, bella, en la cual no viven personas y de hecho, en la historia de la conservación se han expulsado muchísimas comunidades locales en pos de conservar una naturaleza, de conservar la biodiversidad.
A: En tus estudios, ¿cómo viste que se encara desde la Academia esta mirada sobre la conservación? ¿Qué posturas hay en cuanto a esto? ¿Cómo se vincula con el cuidado del medio ambiente?
G: En la Academia particularmente aparece lo que se llama biología de la conservación en la década del ‘80. Viene de diferentes ramas ya desde los años ‘60, pero se consolida en la década del ‘80 un área que aparece desde la ecología y plantea su objetivo específico de conservar la biodiversidad. No sólo eso, sino que además, dice: “nos basamos en fundamentos éticos, la biodiversidad tiene valor intrínseco”. Es decir, no es que tenemos que conservar la biodiversidad porque nos hace bien, genera más energía, o lo que sea, sino porque la especie panda (o cualquier especie o ecosistema) tiene valor en sí y tenemos que conservarla, nos sea útil o no, nos guste o no.
A: Hay una cuestión moral ahí, no sólo ética.
G: Totalmente. Y, si bien se habla de ética, como vos decís, aparece un principio que no se cuestiona, que claramente es problemático, porque ¿qué quiere decir que nadie valora algo que tiene valor? La idea misma de valor intrínseco es problemática. De todas formas, lo interesante es que esta biología de la conservación aparece en los ‘80 y dice: “nos basamos en un fundamento ético”, moral, como vos decís, lo cual para las ciencias modernas es toda una novedad, porque en la visión hegemónica de las ciencias naturales, la ciencia no tiene nada que ver con la ética. Después, si alguien usa la física nuclear para hacer una bomba atómica es su tema, pero la ciencia no tuvo nada que ver. Por lo cual, es una cuestión bastante particular de la biología de la conservación incluir una dimensión ética, y a la vez, se plantea como interdisciplinar, integrando saberes de muchas disciplinas. Sin embargo, si uno va a ver qué se escribe en biología de la conservación -y no casualmente se llama biología-, la mayoría de quienes estudian este conjunto de conocimientos son biólogos y biólogas. Y lo hacen desde una mirada donde justamente ven una naturaleza como otra. Se trata de conservar sobre todo ecosistemas prístinos, especies amenazadas y pocas veces hay una reflexión sobre el vínculo que hay entre las personas y la biodiversidad con la que conviven, de la que forman parte, la que habitan. Hay algunos marcos teóricos, como los socio-ecosistemas o la etno-conservación, que tratan de ahondar e ir más allá de una mirada dualista que separa naturaleza de cultura. Pero aún es incipiente esta mirada. Casi todos los departamentos de biología de la conservación funcionan justamente en facultades de ciencias naturales y no de ciencias sociales, con lo cual hay todavía una fragmentación en la que los problemas de la biodiversidad y de la pérdida de biodiversidad particularmente, son problemáticas que corresponden a las ciencias naturales.
A: ¿Qué posturas hay en cuanto a conservación y cuidado del medio ambiente?
G: La Academia funciona así. De cualquier modo hay diferentes corrientes éticas, ético-políticas, de cómo y por qué conservar. Si bien la biología de la conservación es el área de las ciencias naturales que se encarga más de eso, también desde la filosofía y éticas ambientales, desde la antropología y las ciencias sociales, se conciben otras formas de pensar el ambiente. Con lo cual, si bien aparecen enfoques de diferentes lugares, sin duda hay una primacía de las ciencias naturales que además conlleva una fuerte jerarquización de saberes donde la mirada del científico natural dice más que la de otras disciplinas. De hecho, el científico o la científica tienen prioridad en pensar cómo se deberían resolver las problemáticas ambientales. La incorporación de estas otras miradas provenientes de diferentes disciplinas como también la del saber popular es un gran desafío para el campo de estudio de las ciencias naturales y en el caso de envenenamiento por el glifosato, en todo lo que es el territorio nacional, sobre todo la zona pampeana, es clave. Tras un montón de poblaciones diciendo que se están envenenando, que tienen cáncer y problemas de salud muy fuertes porque están tirando ciertos químicos, hasta que no aparece un paper legitimado por La Academia, ese tipo de conocimiento es ignorado y no reconocido como conocimiento, sino como saber popular. En esta distinción, lxs expertxs pueden hablar y si alguien dice algo sin un trabajo científico que lo respalde es como si no dijese nada.
A: ¿A qué atribuís la dificultad de desarrollar una mirada más compleja sobre políticas de conservación de especies o de cuidado del medio ambiente?
G: Claramente no tengo una respuesta que diga “es esto”, pero puedo elaborar algunas hipótesis. En la línea de esta mirada tecnocientífica instrumentalista que tenemos en el mundo, generalmente se esperan encontrar soluciones técnicas a los problemas ambientales. El tema es que los problemas ambientales no son problemas técnicos, sino que tienen que ver con la racionalidad, con los modos de habitar, con los modos de entender la naturaleza, con los modos de entender el conocimiento, donde, como decíamos antes, la naturaleza aparece como lo otro y entonces es un lugar para extraer recursos o para conservar. Donde la ciencia es el único modo de conocer, es el modo hegemónico y el resto de los saberes no se toma en cuenta y tampoco es considerada la dimensión del habitar. Pero a la vez la ciencia tiene sus propios sesgos que la hacen muy problemática. De hecho, en gran medida las ciencias naturales son cómplices de los problemas ambientales como lo son la genética o la química en relación a problemas de transgénicos y agrotóxicos, como lo es también la geología con la megaminería, como en el caso de la física nuclear, las bombas nucleares, los reactores y los efectos ambientales que tienen. Con lo cual el rol de las ciencias y las formas de abordaje son complicadas. Y lo que yo creo es que estas problemáticas ambientales ponen de relieve también el fin de las promesas de la modernidad; la ciencia por sí misma no nos va a llevar a un mundo mejor, ni vamos a tener un crecimiento y un dominio ilimitado de la naturaleza. Por eso estas problemáticas nos obligan a pensar en qué otras formas tenemos de habitar.
Las respuestas a esas preguntas son colectivas, llevan tiempo y van más allá de las soluciones técnicas. Van orientadas a formas colectivas en las que nos preguntamos: ¿Qué tipo de mundo queremos vivir? No es sólo una cuestión de cómo resolver el problema. Muchas veces los abordajes son realizar una reinserción cuando se extingue localmente una especie, o evitar la introducción, o erradicar a una especie invasora; pero los problemas ambientales nos ponen de cara frente a otros problemas mucho más profundos.
A: En ese sentido, ¿qué acciones o cambios concretos pensás que se podrían dar a pequeña escala, en las decisiones cotidianas que tomamos? O, ¿Cómo imaginás una transformación posible?
G: Como hablábamos antes, es difícil porque parece que estamos en un momento apocalíptico en el cual el mundo se está destruyendo y nosotrxs deberíamos hacer algo pero nunca sabemos muy bien qué. Y a mí, por lo menos me generó una situación de impotencia y de angustia muy fuerte. Pero, yendo a lo que la pregunta plantea, creo que hay que pensar un poco más en la pequeña escala, en cómo armar mundos en esta comunidad más pequeña. Claramente la respuesta es colectiva y Donna Haraway, una filósofa bióloga que me gusta mucho, dice hay que armar parentescos, no bebés. En el sentido que tenemos que armar lazos con otras personas y armar otras formas de familia por fuera de la forma de familia capitalista vinculada estrechamente a la propiedad privada. Armar parentescos con otras formas de lo vivo, pensar que la problemática ambiental es una problemática que afecta a personas y a diferentes personas, según etnia, según género, según clase, porque la problemática ambiental no nos afecta a todxs de igual manera; además afecta a otras formas de vida con las que tenemos que tratar de vincularnos de forma diferente.
Creo que la éticas del cuidado que vienen de la mano del feminismo, del ecofeminismo, sobre todo, son una forma de encarar otros lazos; hay que salir de lógicas productivistas e instrumentalistas con el entorno que legitiman y profundizan las desigualdades sociales, tenemos que tratar de repensar las formas de habitar este mundo en el cual la norma es el consumismo, la obsolescencia programada, los vínculos de descarte, los vínculos jerárquicos, etcétera.
A: Por último, teniendo en cuenta el trabajo que interdisciplinario que hacés entre filosofía, arte y biología. ¿Qué de esos lenguajes o esas maneras aportan a tus estudios y visión del mundo?
G: Qué pregunta. Recién ahora estoy compartiendo más la dimensión artística, pero es algo que está presente en el trabajo científico y de investigación en general, la ciencia tiene toda una parte creativa. Sólo que después, en los lenguajes científicos, siempre se trata de borrar el rastro de lo singular y de lo propio en pos de esta intención de conocimiento objetivo.
Particularmente, creo que desde la poesía se piensa, tengo esta idea… Lo que termino pensando y debatiendo, además de ser un proceso colectivo como leer o charlar con amigues y gente cercana, tiene que ver también con este proceso poético, en el sentido de la poiesis, de la creación, con una exploración que va más allá de los datos empíricos que uno tenga o no, y de hecho un poco a lo que fui concluyendo en la tesis doctoral y lo que voy pensando cada vez más, es que tenemos un montón de información en este mundo donde googleamos “cambio climático”, “pérdida de biodiversidad”, “causas de cáncer”, y tenemos un montón de información que nos avasalla. Sin embargo, parece ser que lo único que nos puede hacer cambiar en cierto sentido nuestra forma de vivir son las cosas que nos afectan, que generan afecciones en sentido amplio, en esas cosas que nos movilizan cuando de golpe vemos algo o habitamos ciertos lugares, interactuamos con ciertas personas en ciertos espacios y eso nos afecta emocionalmente, no sólo racionalmente. A partir de ahí decidimos empezar a pensar otras formas de cómo vivir. En este sentido, las artes en general son fundamentales para buscar esos modos de afectar, quizás tenemos mucha información y sin embargo, estamos siendo muy poco afectadxs por este mundo que nos rodea o estamos siendo afectadxs de forma sesgada lo cual nos imposibilita pensar en otros mundos posibles.