Ilustración: Rachel Ignotofsky (@rachelignotofsky)
Mary Anning (1799-1847). Su trabajo como coleccionista de fósiles cambió la manera de entender la historia de la Tierra y fue clave para probar el fenómeno de la extinción. Nació en la costa sudoeste de Inglaterra, en un región de acantilados conocida como ‘Costa Jurásica’ por la gran cantidad de fósiles encontrados allí. Su familia era muy pobre, por lo que Mary ayudaba a su padre a recolectarlos en éstos peligrosos terrenos para vendérselos a los turistas y ciudadanos de la clase media. A los 12 años, habiéndose hecho cargo del comercio familiar tras la muerte de su padre, encontró los primeros restos de un ictiosaurio, un reptil marino del periodo Tríasico de la era Mesozoica. El descubrimiento del esqueleto completo de esta criatura atrajo la atención de geólogos y supuso un primer paso para aceptar la idea, contraria al creacionismo, de la extinción de las especies. Encontró el primer esqueleto de plesiosaurio, los primeros restos de pterodáctilo hallados fuera de Alemania y algunos fósiles de peces importantes. Sus observaciones tuvieron un rol importante en el descubrimiento de que los fósiles de belemnites contenían sacos de tinta fosilizada y de que los coprolitos eran heces fosilizadas. Muchos de sus descubrimientos se pusieron en duda o se declararon falsos, pero se acabaría comprobando que todos ellos eran auténticos. A pesar de sus aportes en esa época las mujeres no tenían permitido participar en las Sociedades Geológicas y por esto distintos geólogos se apropiaron de los hallazgos de Mary, publicando artículos, dando conferencias y llevándose el mérito sin mencionar el importante papel de la joven paleontológa. Sólo poco tiempo después de su fallecimiento, fue la primera mujer aceptada como miembro en la Sociedad Geológica de Londres y reconocieron sus descubrimientos . En 2010 Mary Anning fue declarada una de las 10 mujeres científicas más influyentes de la historia por la British Society y, hoy en día, los fósiles que descubrió están expuestos en las Galerías Paleontológicas de los Museos de Historia Natural de Londres y París.